La excursión había llegado, ya era el día que nos íbamos a Martos en Jaén. Todos los que íbamos tuvimos que madrugar para estar a las 6:45 en la puerta del colegio.
Todos llegamos al cole con una cara de sueño que no podíamos con ella.
Pero todos llegamos puntuales, sólo algún retraso sin importancia. Todos no pudimos disfrutar la excursión ya que faltaron tres compañeros entre las dos clases. Algunas personas dicen que la ida es más corta que la vuelta pero, a mí se me hizo más larga la ida. Cuando nos montamos en el autobús y nos despedimos de nuestros padres.Un día antes de la excursión un compañero nos estuvo contando cosas de miedo así que al día siguiente como era de noche algunos teníamos miedo y yo, era uno de ellos. Al principio todos estuvimos callados hasta que una compañera que se llama Diana levantó el ambiente diciendo cosas divertidas. Otros escuchaban música y otros se intentaron dormir pero, dormir era misión imposible en aquel autobús, así que al final todos a montar jaleo.
Estuvimos mirando cada dos o tres minutos a la ventana para ver por dónde llegábamos. Después de unas horas paramos en una gasolinera para ir al servicio y visitar la tienda a comprarnos alguna bolsa de chuches o de lo que quisiéramos. Como los servicios estaban llenos algunos chicos hicieron, por decirlo así ^pis^, detrás de los servicios , en el campo; las chicas empezamos a decirlos guarros, creo que con un poco de razón.
Cuando vimos un cartel donde ponía Martos todos empezamos a gritar de alegría ¡Martos, Martos!. En ese momentos todos nos empezamos a reír. No podíamos contener la felicidad. Cuando llegamos a Martos todos los del pueblo miraban a nuestro autobús y parecía que decían ¿quién son estos?.
Llegamos al colegio de los niños más majos de Martos y por fin vimos a nuestros amigos de pocos días. Allí todos nos esperaban con una sonrisa y con ganas de enseñarnos su colegio.
Nada más bajar del autobús fuimos a saludar a nuestros amigos marteños. Después de saludarnos nos enseñaron su colegio y fueron explicando cada parte de su colegio, uno la explicaba en español y otro en inglés, así pudimos practicar nuestro inglés, ambos colegios son bilingües por lo que también este era un punto en común con nuestros nuevos amigos.
Después de que nos enseñaran su cole nos dieron como una especie de bocadillo típico de allí, de azúcar, aceite y ¡cola-cao!. Sí, suena un poco raro pero estaba bueno. También nos dieron un batido y como un bollo de masa de rosquilla y por dentro crema que también estaba bueno, además nos ayudó a reponer fuerzas del largo viaje. Ya hinchados de tanto comer jugamos un partido de fútbol pero con una pelota del tamaño de una pelota de tenis. Lo malo de esto es que perdimos pero como no somos rencorosos no nos enfadamos, además nosotros ganamos el partido que habíamos jugado en Mora, así que al final empate. Ya terminado el partido fuimos a ver el pueblo, vamos que hicimos turismo.
La guía nos estuvo enseñando construcciones y sitios importantes de Martos.
Fuimos a una fuente que la construyó un arquitecto muy famoso de esa zona y de España. Luego fuimos como a un parque de estilo barroco. Después nos dirigimos hacia el teatro que era muy bonito para ver la obra: Las cuatro estaciones. En la obra no hablaban, hacían ruidos, tocaban instrumentos o bailaban. El teatro estuvo entretenido y en algunas partes divertido. Cuando se acabó el teatro salimos fuera donde había un restaurante y bar. Allí nos pedimos algunos de nosotros un refresco.
Ya todos fuera nos fuimos a una biblioteca que antes era una casa de un matrimonio sin hijos. La casa era enorme y el huerto igual. El huerto era desde su casa hasta el teatro y este estaba lejos. Para la biblioteca se habían conservado muchas cosas: el suelo de algunas habitaciones, algunos dibujos que tuvieron que retocar ya que estaban algo borrosos, el techo de algunas habitaciones que de una de ellas parecía de madera y era de yeso y los radiadores que la biblioteca los había utilizado de adorno o para hacer algún mueble.
Esta visita sólo la hicimos nosotros, a los niños de Martos se los llevaron de vuelta al cole.
Cuando terminamos de ver la biblioteca fuimos a un comedor que era donde estaban ellos pero, ya habían terminado de comer. Yo me puse con mi prima María y mis cuatro amigos: Roberto, Enrique , Adrian y Victoria. Fuimos a por una mesa y nos sentamos. Después nos echamos agua que nos supo muy rara y la cambiamos por la que llevábamos en nuestras mochilas. No queríamos ofender a las cocineras así que la echamos a la jarra con disimulo, eso sí no se lo digan a nadie. Nos dieron de comer arroz con mucha agua, creo que se dirá rehogado. A mi amigo Adrian le llenaron el plato, parece que la cocinera lo vio con cara de hambre. Yo le dije a la cocinera que me echara poquito, no quería arroz. El segundo plato me gustó más que el primero, que era como nuggets de pescado y además estaban buenos. Por último, tocaba postre, que yo no cogí al igual que algunas personas más. Cuando terminamos de comer nos fuimos con los niños de Martos a la plaza más vieja de allí, que la hizo el mismo arquitecto que hizo la fuente. Luego nos dirigimos a una torre que creo que se llamaba del homenaje, lo malo es que sólo subimos nosotros, los niños de Martos se quedaron esperándonos. La torre por lo menos tenía tres plantas y en cada una de ellas la guía nos explicaba un tema distinto. Cuando terminamos de ver la última planta subimos hacia la azotea para ver todo el pueblo desde arriba. Algunos de mis compañeros tuvieron miedo, pero merecía la pena. Las vistas eran preciosas y también fantásticas.
Bajamos corriendo y allí nos encontramos a un hombre con una especie de trompeta gigante. El hombre que era muy amable nos dejó a todos intentar tocar su trompeta, por llamarla así. Luego nos fuimos corriendo y hablando con nuestros amigos marteños porque ya nos íbamos al autobús. Cuando ya vimos el autobús nos subimos pero no con las mismas parejas de antes porque se habían cambiado. Yo me puse al final con mis amigas: Elena, Isela y Diana y también con mi amigo Gonzalo. Ya dentro del autobús nos despedimos de unos majísimos amigos marteños. Todos nos despedíamos tristes porque ya no íbamos a verlos nunca, pero intercambiamos nuestros gmail para seguir con una relación en la distancia. Cuando ya los dejamos atrás nos preparamos para volver a Mora.
En este viaje nos lo pasamos muy bien, todo el rato nos estuvimos riendo. Las horas se nos hicieron más cortas ya que estuvimos cantando y jugando. Horas después paramos en una tienda para comprarnos algo, casi todos nos compramos algo fresco para sofocar la calor que hacía. Luego otra vez nos subimos al autobús para llegar a Mora. No pasaron mucho tiempo, por lo menos para mí cuando ya vimos a lo lejos Mora, ahí todos empezamos a gritar: ¡Mora, Mora!. Ya estábamos en nuestro pueblo y aunque es agradable conocer otros pueblos, también es muy agradable volver al tuyo y encontrarte con tu familia esperando.
CRISTINA CID MARTÍN
Todos llegamos al cole con una cara de sueño que no podíamos con ella.
Pero todos llegamos puntuales, sólo algún retraso sin importancia. Todos no pudimos disfrutar la excursión ya que faltaron tres compañeros entre las dos clases. Algunas personas dicen que la ida es más corta que la vuelta pero, a mí se me hizo más larga la ida. Cuando nos montamos en el autobús y nos despedimos de nuestros padres.Un día antes de la excursión un compañero nos estuvo contando cosas de miedo así que al día siguiente como era de noche algunos teníamos miedo y yo, era uno de ellos. Al principio todos estuvimos callados hasta que una compañera que se llama Diana levantó el ambiente diciendo cosas divertidas. Otros escuchaban música y otros se intentaron dormir pero, dormir era misión imposible en aquel autobús, así que al final todos a montar jaleo.
Estuvimos mirando cada dos o tres minutos a la ventana para ver por dónde llegábamos. Después de unas horas paramos en una gasolinera para ir al servicio y visitar la tienda a comprarnos alguna bolsa de chuches o de lo que quisiéramos. Como los servicios estaban llenos algunos chicos hicieron, por decirlo así ^pis^, detrás de los servicios , en el campo; las chicas empezamos a decirlos guarros, creo que con un poco de razón.
Cuando vimos un cartel donde ponía Martos todos empezamos a gritar de alegría ¡Martos, Martos!. En ese momentos todos nos empezamos a reír. No podíamos contener la felicidad. Cuando llegamos a Martos todos los del pueblo miraban a nuestro autobús y parecía que decían ¿quién son estos?.
Llegamos al colegio de los niños más majos de Martos y por fin vimos a nuestros amigos de pocos días. Allí todos nos esperaban con una sonrisa y con ganas de enseñarnos su colegio.
Nada más bajar del autobús fuimos a saludar a nuestros amigos marteños. Después de saludarnos nos enseñaron su colegio y fueron explicando cada parte de su colegio, uno la explicaba en español y otro en inglés, así pudimos practicar nuestro inglés, ambos colegios son bilingües por lo que también este era un punto en común con nuestros nuevos amigos.
Después de que nos enseñaran su cole nos dieron como una especie de bocadillo típico de allí, de azúcar, aceite y ¡cola-cao!. Sí, suena un poco raro pero estaba bueno. También nos dieron un batido y como un bollo de masa de rosquilla y por dentro crema que también estaba bueno, además nos ayudó a reponer fuerzas del largo viaje. Ya hinchados de tanto comer jugamos un partido de fútbol pero con una pelota del tamaño de una pelota de tenis. Lo malo de esto es que perdimos pero como no somos rencorosos no nos enfadamos, además nosotros ganamos el partido que habíamos jugado en Mora, así que al final empate. Ya terminado el partido fuimos a ver el pueblo, vamos que hicimos turismo.
La guía nos estuvo enseñando construcciones y sitios importantes de Martos.
Fuimos a una fuente que la construyó un arquitecto muy famoso de esa zona y de España. Luego fuimos como a un parque de estilo barroco. Después nos dirigimos hacia el teatro que era muy bonito para ver la obra: Las cuatro estaciones. En la obra no hablaban, hacían ruidos, tocaban instrumentos o bailaban. El teatro estuvo entretenido y en algunas partes divertido. Cuando se acabó el teatro salimos fuera donde había un restaurante y bar. Allí nos pedimos algunos de nosotros un refresco.
Ya todos fuera nos fuimos a una biblioteca que antes era una casa de un matrimonio sin hijos. La casa era enorme y el huerto igual. El huerto era desde su casa hasta el teatro y este estaba lejos. Para la biblioteca se habían conservado muchas cosas: el suelo de algunas habitaciones, algunos dibujos que tuvieron que retocar ya que estaban algo borrosos, el techo de algunas habitaciones que de una de ellas parecía de madera y era de yeso y los radiadores que la biblioteca los había utilizado de adorno o para hacer algún mueble.
Esta visita sólo la hicimos nosotros, a los niños de Martos se los llevaron de vuelta al cole.
Cuando terminamos de ver la biblioteca fuimos a un comedor que era donde estaban ellos pero, ya habían terminado de comer. Yo me puse con mi prima María y mis cuatro amigos: Roberto, Enrique , Adrian y Victoria. Fuimos a por una mesa y nos sentamos. Después nos echamos agua que nos supo muy rara y la cambiamos por la que llevábamos en nuestras mochilas. No queríamos ofender a las cocineras así que la echamos a la jarra con disimulo, eso sí no se lo digan a nadie. Nos dieron de comer arroz con mucha agua, creo que se dirá rehogado. A mi amigo Adrian le llenaron el plato, parece que la cocinera lo vio con cara de hambre. Yo le dije a la cocinera que me echara poquito, no quería arroz. El segundo plato me gustó más que el primero, que era como nuggets de pescado y además estaban buenos. Por último, tocaba postre, que yo no cogí al igual que algunas personas más. Cuando terminamos de comer nos fuimos con los niños de Martos a la plaza más vieja de allí, que la hizo el mismo arquitecto que hizo la fuente. Luego nos dirigimos a una torre que creo que se llamaba del homenaje, lo malo es que sólo subimos nosotros, los niños de Martos se quedaron esperándonos. La torre por lo menos tenía tres plantas y en cada una de ellas la guía nos explicaba un tema distinto. Cuando terminamos de ver la última planta subimos hacia la azotea para ver todo el pueblo desde arriba. Algunos de mis compañeros tuvieron miedo, pero merecía la pena. Las vistas eran preciosas y también fantásticas.
Bajamos corriendo y allí nos encontramos a un hombre con una especie de trompeta gigante. El hombre que era muy amable nos dejó a todos intentar tocar su trompeta, por llamarla así. Luego nos fuimos corriendo y hablando con nuestros amigos marteños porque ya nos íbamos al autobús. Cuando ya vimos el autobús nos subimos pero no con las mismas parejas de antes porque se habían cambiado. Yo me puse al final con mis amigas: Elena, Isela y Diana y también con mi amigo Gonzalo. Ya dentro del autobús nos despedimos de unos majísimos amigos marteños. Todos nos despedíamos tristes porque ya no íbamos a verlos nunca, pero intercambiamos nuestros gmail para seguir con una relación en la distancia. Cuando ya los dejamos atrás nos preparamos para volver a Mora.
En este viaje nos lo pasamos muy bien, todo el rato nos estuvimos riendo. Las horas se nos hicieron más cortas ya que estuvimos cantando y jugando. Horas después paramos en una tienda para comprarnos algo, casi todos nos compramos algo fresco para sofocar la calor que hacía. Luego otra vez nos subimos al autobús para llegar a Mora. No pasaron mucho tiempo, por lo menos para mí cuando ya vimos a lo lejos Mora, ahí todos empezamos a gritar: ¡Mora, Mora!. Ya estábamos en nuestro pueblo y aunque es agradable conocer otros pueblos, también es muy agradable volver al tuyo y encontrarte con tu familia esperando.
CRISTINA CID MARTÍN
FIN
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