lunes, 15 de abril de 2013

Coronación Virgen de la Antigua.

Con motivo de la Coronación de la Virgen de la Antigua, ha habido un concurso literario y dos de nuestros alumnos han obtenido el primer premio de su categoría: Mª Esther López Saavedra en la categoría de Segundo Ciclo de Primaria y Guillermo Sánchez Navarro en la categoría de Tercer Ciclo de Primaria.
Los trabajos que han presentado son:

El recuerdo de un santero
Autor: Guillermo Sánchez Navarro.
     Un día, en casa de mi bisabuelo, buscando algo con lo que poder entretenerme un rato encontré una puerta que nunca antes había visto, tras cruzar la puerta y cerrarla, me quedé atrapado en aquella misteriosa habitación.
     Como no podía salir, debía esperar a que alguien se percatara de mi ausencia y me buscara, para poder salir de ahí.
     Encendí la luz y me puse a investigar por este sitio nunca antes explorado por ningún otro niño.
   Entre todos los trastos y cajas de la habitación, hubo algo que me llamó la atención, un gigantesco arcón de madera, y lo abrí.
     Dentro había montones de trajes de chaqueta y mantas… al fondo del arcón había un cuaderno con las cubiertas rotas, y muy deteriorado, parecía muy antiguo.
     Leí la primera hoja, y sin darme cuenta me quedé atrapado en una gran historia…
     Hola a todos, me llamo Juan, y soy el santero de la ermita de nuestra Señora de la Antigua. Y yo, en mi infancia fui, lo que se dice un ladronzuelo.
Y bien, seguro que os estáis preguntando:
¿Y que hace un tipo como este de santero?
Pues bien, os voy a contar como empezó todo.
Corría el año 1850, y a mis padres les pilló de improviso lo de mi nacimiento, pero todo en la familia  iba bien, mi padre trabajaba en una fábrica de jabones, y mi madre hacía las tareas del hogar y me educaba a mí.
Pero cuando yo solo tenía 8 años una gran epidemia atacó al pueblo, y como por aquellos tiempos apenas había medicinas, mi padre y mi madre murieron, pero por fortuna yo sobreviví. Pero como no tenía nada para comer, tuve que empezar a robar para alimentarme.
Pronto la guardia civil ya estaba tras de mí, por lo que hui hacia la sierra. Allí  me perdieron la pista, y estuve unos 3 meses andando por la sierra y alimentándome a base de plantas, insectos y algún animalillo que conseguía capturar.
Pero un día, distinguí entre montañas y olivos una casita blanca, y me dirigí hacia ella.
Cuando entré descubrí ante mí una señora muy guapa, que sostenía entre sus brazos a un niño pequeño.
Aunque no se movía, a mí esa mujer de ojos expresivos me habló, me dijo que me quedara allí con ella, y así lo hice.
Pasaba los días enteros hablando con ella, y por la noche  dormía acurrucado a sus pies.
Pasado el tiempo aquella figura inmóvil se había convertido en la madre que a mí me faltaba.
Un día una mujer llegó a la casita blanca, y yo me escondí por miedo a que me descubrieran, y escuché a la mujer decir:
-Por favor VIRGEN DE LA ANTIGUA ayuda en estos momentos a mi marido, que está pasando por una grave enfermedad.- y después rezó un par de oraciones y se fue.
En ese momento descubrí que aquella mujer a la que tanto cariño había cogido era “La Virgen de la Antigua”, pero lo que aún no comprendía era por qué la gente iba a pedirla cosas casi imposibles de cumplir.
Pero once días más tarde lo comprendí, pues la mujer que días atrás fue a pedirla que salvara a su marido, hoy iba con un ramo de flores dándola gracias por haberle salvado.
Todos los días iba gente a verla y llevarla flores.
Entonces yo me di cuenta de que no solo yo la veía como mi madre, sino que “La Virgen de la Antigua” era la madre de todo el pueblo de Mora.
Yo la quería tanto como a mi propia madre. Todos los días le cambiaba el agua de las flores, le limpiaba la cara y las manos, y sobre todo yo la protegía, porque yo no soportaría que le pasara algo a mi Virgencita, pues la tenía mucho más aprecio del que jamás sentí hacia nadie, me gustaba estar a su lado, porque junto a ella me sentía querido y protegido.
Poco a poco se fue acercando el mes de Septiembre, y en el primero de sus domingos llegó tanta gente a la ermita que no me lo podía ni imaginar, se celebró una misa y hasta una comida.
La gente rezaba, reía, gritaba, e incluso lloraba de estar tan cerca de “La Virgen de la Antigua”.
Pero algo malo ocurrió para mí, bueno o eso pensaba yo, un niño me descubrió y como me vio tan sucio y harapiento, se lo dijo a sus padres y en ese momento yo pensé que me iban a separar para siempre de la Virgen.
Pero cuando llegó el sacerdote al verme tan triste y desconsolado, decidió dejarme estar allí y los próximos tres días fue para verme, y al ver lo bien que yo trataba a “La Virgen de la Antigua” me ofreció quedarme como santero para cuidar a la Virgen y yo acepté encantado.
Y desde entonces yo he dedicado toda mi vida para cuidarla, nunca me he separado de ella.
Con el tiempo comprendí que el hecho de que en lugar de echarme para siempre de la ermita me nombraran santero, para mí fue un milagro hecho por :
“LA VIRGEN DE LA ANTIGUA”
-¡Guillermo!, ¡Guillermo! ¿estás ahí dentro?- gritó una voz muy familiar.
-¡Siiiii!- grité aliviado de que al fin alguien me encontrase.
-Papá mira lo que he encontrado, léelo es muy bonito.
Y papá también quedó atrapado por la gran historia de:
EL RECUERDO DE UN SANTERO.


EL MILAGRO DE LA VIRGEN DE LA ANTIGUA.
Autora: Mª Esther López Saavedra.
            Érase una vez una niña llamada Nerea, que su padre se llamaba Juan y su madre Rosa, Nerea no creía en la Virgen de la Antigua. Un día Nerea se puso enferma y le tenían que traer los medicamentos de Estados Unidos. La niña cada vez estaba más enferma, no podía casi ni hablar, sus padres estaban muy desesperados. La medicina no llegaba y la niña iba empeorando. La medicina ya estaba en camino pero el mal tiempo hizo descarrilar el tren. La niña decía que siempre le pasaban cosas malas y que la Virgen de la Antigua ayudaba a los demás niños/as menos a ella.
            La niña dijo a su padre que la trajera una estampita de la Virgen de la Antigua para pedirla que la ayudara. Cuando su padre se la dio, Nerea vio como si la Virgen la estuviera hablando y la dijera: “yo quiero a todos los niños del mundo y los ayudo a todos por igual”, y la niña empezó a hablar con la Virgen. Cuanto más enferma se ponía más rezaba a la Virgen de la Antigua para poder curarse pronto.
            Nerea le dijo a su madre: “mamá quiero ir a ver a la Virgen de la Antigua”, su madre la dijo que en las condiciones que estaba no podía ir a ver a la Virgen. Nerea estaba tan empeñada en ir a ver a la Virgen, que se puso muy triste. Al día siguiente su madre la vio tan triste y que la niña no quería comer. Entonces su madre decidió llevarla. Cuando llegaron a la Ermita de la Virgen de la Antigua, Nerea de la emoción que tenía se echó a llorar. Cuando Nerea volvió a su casa le dijo a su madre que quería comer porque estaba hambrienta, la madre de la niña le puso el termómetro y vio que había mejorado. Dando muchas gracias a la Virgencita de la Antigua. Por fin llegó la medicina, se la tomó y se curó del todo, desde entonces subían todos los domingos a la Ermita a dar gracias a la Virgen de la Antigua por haberla curado y ayudado.

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